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LA DIABÓLICA COMEDIA

OPINIÓN
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Definitivamente, a mi amigo del alma hay que echarle de comer aparte.  Amigo, que no “amiguito del alma, te quiero un huevo”, como le soltó Francisco Camps, expresidente de la Comunidad Valenciana, a su íntimo Álvaro Pérez, “El Bigotes”, uno de los jefes de la trama Gürtel.  Habrá que darle el almuerzo a mi inseparable en otra mesa porque, ahora, me salta con que, día que pasa, mayor inclinación siente por la necrofilia.  Y, poniéndose sus sentimientos por montera, me dice que está completamente pirado y que bebe los aires por Beatriz.  Sí, por Beatriz Portinari, de la que dijo el escritor y humanista italiano Giovanni Boccaccio que tenía las facciones del rostro muy delicadas y óptimamente dispuestas, mostrando una natural palidez que la hacía enigmáticamente atractiva.

 

     Se sueña mi siempre sincero camarada con aquella Beatriz a la que Dante Alighieri tanto amó, que la hizo razón de su poesía y de su vida.  La “Divina Comedia”, considerada como la obra maestra de la literatura italiana, no habría sido posible sin que estuviera por medio aquel amor cortés y furtivo, sin egoísmo, sin correspondencia, sin esperanza y donde el secreto fue en todo momento indispensable.  La peste negra se llevó por delante a Beatriz Portinari en el año 1290.  Dante la lloró hasta secar el venero de sus lágrimas.  Amores imposibles en aquellos tiempos de cinturón de castidad.  Cada cual tenía su pareja.  Y justamente setecientos veinticinco años después se le ocurre a mi colega sacar a Beatriz de la tumba y mirarla fijamente a sus ojos.  Ya lo dijo el escritor alemán O.K. Bernhardt:  “No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos”.  Añade el pataliebre de mi amigo que si dos personas que sienten una atracción, que puede ser muy remota y por las más dispares motivaciones, se miraran sin pestañear cuatro minutos seguidos a los ojos y se desnudaran ambos por dentro con la mirada, entonces sería posible una catarsis emocional y sentimental que depararía apetecidos frutos.

 

     Refiere mi chipirifláutico chiflado que él sueña con Beatriz Portinari, desnuda de toda espiritualidad teológica, pero que, en las ondulaciones del sueño, se ven alterados sus platónicos enamoramiento por otros personajes extraños, como sacados de las calderas de Pedro Botero que aparecen en la “Divina Comedia”.  Así, relata que, de pronto, aparece un aeroplano y baja un señor con manguera y casco de bombero que, más alegre que unas castañuelas, enseña por todo lo alto una tarjeta sanitaria interoperable del Sistema Nacional de Salud.  Desciende por las escalerillas dando grandes voces: “¡He aquí el fruto de mis gestiones en las Islas Afortunadas:  Canarias y Extremadura unidas por la tarjeta!”  Pero, al momento, se ve interrumpido por Miguel Coque Durán, estrecho conmilitón de mi amigo en las guerras contra la cáustica casta neoliberal y secretario de Empleo y Formación de las Comisiones Obreras extremeñas.  Y Miguel le echa en cara al bombero el que no haya apagado el fuego donde arden los 58.216 parados más que se han registrado en Extremadura durante esta legislatura y que el paro de larga duración se haya incrementado un 35,4%, advirtiéndole, además, que el SEXPE contabiliza 62.337 desempleados que no cobran una sola prestación.

 

     Con tanto ajetreo, las ensoñaciones se vuelven descarriada quimera y el soñador no puede centrarse en su idealizada y adorada Beatriz.  Sigue gesticulando y voceando el bombero, mientras que al fondo se ve un extenso platanar donde llora a moco tendido una guapa hembra, cuyo nombre es Olga María.  Es de derechas, del PP, y parece que el bombero ha vetado su presencia en la Convención Nacional de tal partido, en Madrid, pese a haber asistido los últimos siete años.  El señor apafuegos luce en la solapa una chapa a favor del colectivo LGTB, o sea que apoya la Ley de Igualdad Social y está radicalmente en contra la discriminación de lesbianas, gais, bisexuales, transgéneros, transexuales e intersexuales de Extremadura.  Hace unos días, lucía un pin a favor de la cultura, a la que su partido le ha pegado un tremendo hachazo.  Miles de dedos índices se asoman a la escena y denuncian las chapas del hombre que porta la manguera.  Creen que se marca un farol de cara a la galería.  La genética de la derecha siempre hizo ascos de esas cosas.  Basta con ver, escuchar y leer declaraciones, pancartas, columnas y tertulias en las que meten sus napias la gente escorada hacia la diestra.  Los dedos índices se preguntan que a quién pretende engañar y si se quiere hacer perdonar por los progres de las tierras belloteras ante sus antiestéticos y antiéticos viajes en aeroplano a costa del erario público.  Un demócrata que se precie jamás votaría para presidente de una Comunidad Autónoma a un sujeto que, a traición y por la espalda, ha birlado a los contribuyentes algunas monedas de sus bolsas.  Y ello pese a que la Fiscalía diga que no es delito y sus corifeos, entre los que se encuentran periodistas de medio pelo, le adulen y le aplaudan hasta con las orejas.

 

     Harto de tener más paciencia que el santo Job, zarandeo a mi amigo por el brazo, para que despierte.  Se molesta, me llama cuerdo y, parafraseando al dramaturgo Jacinto Benavente, me espeta: “En asuntos de amor, los locos son los que tienen más experiencia.  De amar no preguntes nada a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca”.  Cuando termina, bien creo que está rematadamente loco y, para distraerle, le invito a unas copas.  Él siempre fue un “cierrabares” y acostumbra a cerrarlos dedicándole una canción a los camareros.  Lo mismo se arranca por el himno anarquista de “A las barricadas”, que fandanguea con la “Romería Loreña” de Pepe Pinto, o entona el romance de “La Bastarda” o canturrea “La guapa y los ninjas, del grupo “Los Ganglios”.  Para algo tiene una voz como los ángeles.

 

     Pero mi camarada pasa hoy de bares y me mitinea que las últimas encuestas del CIS, pese a atizar la lumbre del poder establecido, reconocen que el 39% se lo llevan las izquierdas, mientras que las derechas se quedan con el 23,6%, y que la intención de voto sube hasta el 50,3% a favor de los primeros, quedándose la gente de orden, o de ordeno y mando, con el 35%.  ¡Una diferencia de 15 puntos!  Luego, dando vivas a la Diabólica Comedia, que es lo mismo que el mundanal ruido, se larga raudo a la barricada donde está su otro camarada Miguel Coque.  Desde lejos, me llega su briosa voz: “Pronto vendrá mayo por esas cañadas, espigando trigos y granando cebadas”.


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