Aquella noche del domingo 19 de julio de 1936 se haría eterna en la casa del matrimonio Zoilo Ruiz – Mateos y Encarna Jiménez de Tejada, en la villa marinera de Rota. El ambiente crispado de la España machadiana – 19 de julio de 1936 – reinaba en Rota. Entre oraciones, el matrimonio Zoilo y Encarna espera cualquier hecho trágico. Sus hijos, Zoilo, Rafael, José María y Alfonso duermen, sin embargo, plácidamente. La pareja no cesa de rezar. Días antes, don Zoilo, al cruzar una plaza, le dice un roteño:”No nos quedaremos tranquilos hasta ver cómo corre la sangre de los Ruiz – Mateos”. En la villa marinera, el ambiente está muy crispado. Sería la hora del alba, cuando un hombre llama a la puerta de la casa de Don Zoilo. Su hijo mayor, Zoilo – ya fallecido – tira de una cadena y la abre. Es “El Niño del Quince”, que capitanea un grupo armado con palos y escopetas. El cabecilla dice en voz alta: ”Don Zoilo: venimos a ver si tiene usted armas”. Como si presintiera algo, don Zoilo le responde:”Usted sabe que yo no soy aficionado a las armas y, por tanto, no las tengo”. Ante esta respuesta, el cabecilla le dice que les acompañe. Don Zoilo le pide que espere. Mientras, su hijo Zoilo – ha muerto hace unos años –, enrabietado, se acerca al cabecilla. Este le dice: ”Llevamos a tu padre a la cárcel para quemarlo vivo con gasolina”. Se marchan y la madre trata de calmar al hijo: ”Reza, hijo mío, perdona. Mira al Corazón de Jesús y verás que a papá no le pasará nada”.
El señor de la vid – don Zoilo – camina por las calles de su Rota natal, calles que se han arreglado durante su mandato de regidor, y lleva, en su mano, una medalla de la Virgen de Regla, patrona de Chipiona. Don Zoilo, hombre muy espiritual, entra en la cárcel y reprende a los milicianos porque han metido en prisión a un chaval: “¡Esto no se puede hacer, encarcelar a un chaval; va contra todo derecho!”. Don Zoilo, solo, espera su fin, mientras los milicianos colocan explosivos alrededor de la cárcel, con el fin de volarla. El padre del cabecilla le ha dicho a su hijo que él andará por allí. Cuando se disponen a volar la rudimentaria prisión, se dan cuenta de que no tienen gasolina. Ante este contratiempo, se encaminan, a por ella, al Puerto de Santa María. Momentos antes del regreso, falangistas y guardias civiles, al mando del teniente de la Benemérita, Alfredo Fernández Fernández, liberan a don Zoilo y, por ende, a Rota. Es el día 20 de julio de 1936.
Muchos años después, con la llegada de la democracia, el alcalde y un grupo de roteños, le entregaría al que fuera, en ese tiempo del treinta y seis, teniente Fernández, la placa que, tras desmontarla, figuraba en Rota. Así, Alfredo Fernández Fernández recibiría ese testimonio en Cañaveral, donde nació y residía, jubilado, como general. Gracias a su actuación, nacería la saga Ruiz – Mateos. Fallecido José María, únicamente viven el psiquiatra, Alfonso María y Lolita.
Ana, la hija del general, estaba casada con Rafael García – Plata, muy amigos, todos ya en nuestro recuerdo. Que la tierra os sea leve.
N: La Andalucía anterior y posterior a 1936, está recogida en mi libro: “Zoilo Ruíz – Mateos, el señor de la vid”, hechos de un período apasionante, en una tierra mágica.