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 Se avecinaban las elecciones municipales del día 9 de noviembre de 2013.  En aquel pueblo rodeado, menos en el meridión, por altivas montañas los comicios se presentaban reñidos.  Los jornaleros y los pequeños campesinos pretendían que entrara en el consistorio gente dispuesta a que se roturara la dehesa del común, que estaba convertida en una selva, dejada de la mano de Dios por ayuntamientos donde siempre mandaban los mismos: los mayores hacendados del lugar.  Al frente de la alcaldía se encontraba aquel año el vecino Rogelio Blanco Domínguez.  Todos los concejales eran de su cuerda.  A Matías García Calvo vinieron a buscarle políticos de Béjar y de Hervás para que pusiera candidatura por el PSOE, una formación que apenas tenía representación en los septentriones cacereños.

 

       Había nacido Matías el 25 de febrero de 1883.  Cayó en domingo aquel día y se festejaba a Santa Valberga y a San Serapión.  Era hijo de Ti Francisco García Gutiérrez y de Ti Agapita Calvo Montero.  Con el tiempo, sería conocido en la localidad como Ti Matías “Perrengue”.  Era un labrador medianillo y contaba, a la sazón, con tan solo treinta inviernos a sus espaldas.  Preparó la lista y, por primera vez en la historia del lugar, se enfrentaba a la candidatura de los caciquillos locales que, a su vez, eran teledirigidos por los cacicorros provinciales.  Cuentan que relataba a todo el que le quisiera oír que, si él conseguía la alcaldía, la dehesa se roturaría de inmediato: “A loh ricachónih, que en ehti pueblu no son tan ricachónih cumu élluh se crein, la jesa leh importa un pimientu, qu,élluh tienin ótruh negóciuh entre mánuh, o a la mejol ehtán aguardandu pa comélsila élluh solítuh, cuandu la jesa eh de tóh loh vecínuh, que toh tienin lah méhmah pártih en ella”.  Y su discurso no variaba un día sí y otro también.

 

      Pero bien cierto es que la alegría dura poco en casa de los pobres.  No tardaron en caciquear los que no sabían hacer otra cosa.  Amenazas, sobornos y hasta alguna paliza nocturna a varios miembros que componían aquella candidatura progresista.  El nieto paterno de Ti Manuel García Dosado y de Ti Paulina Gutiérrez Martín se enfrentó en una tasca al cabeza de la lista caciquil, Francisco Sánchez Montero.  Con el vaso de vino en la mano, no tuvo pelos en la lengua: “-Vusótruh andáih con lah gánah de revental la lihta nuehtra, que na,máh estáih acohtumbráuh a jadel trafúllah y a metel mieu a la genti y no arreparáih en médiuh.  Puedi que a lo mejol voh salgan bien loh caciquéuh, poh voh untan bien untáuh loh ámuh vuéhtruh, loh que vivin en lah suh güénah casónah de Coria y de Plasencia, y vusótruh con esi untu leh compráih el votu a loh vecínuh.  Peru voh digu una cosa: la jesa se va a dehcuajal y máh ántih que dihpué”.

 

     Los cacicuchos lograron abortar la candidatura del nieto materno de Ti Francisco Calvo Hernández y de Ti Magdalena Montero Caletrío.  Aquel domingo de noviembre salió elegido Ti Francisco Sánchez Montero, al que le decían “El de la cachera”, pero a los cuatros días se constituía en la población el sindicato agrario “El Despertar”, bajo el paraguas de la UGT.  Se sucedieron varias manifestaciones en la plaza mayor del lugar, con intervenciones de la Guardia Civil, detenidos y palizas.  Sin embargo, Ti Francisco cedió a las presiones y cursó el escrito entregado por la directiva de aquel sindicato agrario.  El día 10 de febrero de 1917 la Ayudantía de Montes de la provincia daba permiso para roturar el cuarto denominado “Rellana”, que según el escrito de los sindicalistas “se halla tan sumamente montuoso que le hace casi totalmente infructífero, porque el monte pardo que le rodea se absorbe toda la sustancia del terreno, con gran perjuicio del arbolado, que se halla por esa causa aniquilado y de mal color, siendo a la vez un bosque donde solamente abundan los lobos y las zorras”.

 

     Han pasado ya muchos inviernos desde entonces, pero posiblemente no como el que estamos atravesando, que más parece una primavera, con escobas  amarilleando, ranas cantando por las noches en las charcas y moscas a las que no acaba de llegarles su última hora. “El tiempu que no jadi su tiempu, no eh güen tiempu”, dicen por estos pueblos.  Ahora, lo que tenían que caer eran grandes heladas y encarambanarse las aguas de los campos.  Y al igual que las moscas no han muerto a causa de no desplomarse los termómetros, tampoco han fallecido los caciques y sus arteras maniobras, que florecen con más lozanía que las escobas de este enero.  Caciquea don Mariano Rajoy Brey, que preside el Gobierno en funciones, como han venido caciqueando en su galaica tierra aquellos otros “Baltares”, “Cuiñas”, “Cacharros”, “Romays” y demás compañeros mártires.  Todos ellos del PP.  Caciquea Rajoy para que cuaje la “Gran Coalición” (PP, PSOE y Ciudadanos), pues cree a pie juntillas que tal oferta daría “un buen mensaje a los inversores y de tranquilidad a los mercados”.  Caciquismo puro y duro en pro de los que nos han cortado hasta el aliento.  A la ciudadanía que le den bien dado. El que llaman “Don Tancredo” no tendría inconveniente en quedarse ciego con tal de que Pedro Sánchez Pérez-Castejón se quedara tuerto de aquel ojo con el que observa a sus militantes de base y solo viera por el globo ocular con el que mira a los barones y a los “portagiratorios” del PSOE, que incluso superan a Rajoy en el artero arte de caciquear.  Todo sea por seguir calentando sus poltronas.   Y el niño pera de Albert Rivera portando el botafumeiro y levantando la casulla del hijo de Mariano Rajoy Sobredo, el que fuera en tiempos del franquismo presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra y al que le persigue la espesa sombra caciquil del llamado “Caso Redondela”.

 

     No se ha “rajao” Rajoy al declinar la invitación del ciudadano Felipe VI en lo tocante a la investidura de la presidencia del Gobierno, a la que de momento renuncia, mientras sigue maniobrando a la espera de que lleguen a buena sazón sus trapicheos caciquiles.  Con un canto se daría en los dientes si tuviera la suerte que acompañó a Ti Francisco Sánchez Montero, “El de la cachera”, avezado caciquillo del medio rural.  Pero le salen enanos por todas partes, pese a que repita hasta la saciedad que le han votado siete millones de españoles.  Cierto es, pero no menos cierto que otros diecinueve millones le han dicho que “verdes las han segao”.  Ahora, el PP tiene que digerir el amargo trago de ser la primera formación política que ha sido imputada en los años que llevamos de partitocracia, que no de Democracia Real.  La destrucción de los ordenadores de Bárcenas les va a acarrear a más de dos lacerantes dolores de cabeza.  El barbudo hijo de Santiago de Compostela pide “pedagogía política” y “altura de miras”, pero está más solo que la una.  No ha conseguido un solo socio entre las catorce formaciones que consiguieron representación en las pasadas elecciones de diciembre.  Intenta engatusar al respetable con sobados tópicos que parecen sacados de enciclopedias escritas por Ángel Herrera Oria o Ramiro de Maeztu Whitney.  Aunque si para mantenerse en el trono presidencial precisa sacar a Karl Marx o a Mijaíl Bakunin, dad por cierto que lo hará.  El cacicato carece de escrúpulos.

 

     Las intrigas caciquiles también se atropellan en este florido enero en las seseras de los Bonos y los Rubalcabas, los Madinas y los Zapateros, los Corcueras y los Leguinas, las Chacones y las Susanas, más otra gavilla de segunda fila.  Y en ese viejuno cónclave, pese a que algunos no hayan llegado a la cincuentena, actúa como macho de la piara Felipe González Márquez, llevando de monaguillo a Alfonso Guerra González.  Todos ellos narrándose mutuamente el cuento de Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como.  Ni se nos ocurre pensar que van a triunfar sus cacicadas, porque, si así fuera, no tardaría el pueblo en echar mano de los calabozos, zapapicos y otras herramientas para descuajar por completo la dehesa comunal, arrancando las malezas y arrojándolas a la hoguera.  Los pérfidos lobos y las rastreras raposas saldrían pitando, con el jopo entre las patas.  Ti Matías “Perrengue” no pudo vertebrar su candidatura, pero sus palabras no cayeron en saco roto y sus vecinos roturaron las tierras de la dehesa boyal.  Aviso para los navegantes.

 

     No sería nada de extraño que el paisano estuviera hoy con todos aquellos que de manera directa y consecuente, sin medias tintas, quieren darle la vuelta a la tortilla, o mejor aún: arrebatársela a quienes están ahítos de ella y dársela para que la coman quienes nunca la probaron.  Seguro que sí.  Pero a Ti Matías García Calvo le desbarató las entretelas un furioso catarro gripal el mismo día en que también se despedía para siempre el cantante estadounidense de jazz Lee Wiley.  El calendario marcaba el 11 de diciembre de 1975 y le oprimía el peso de los 92 inviernos.  Aquel invierno fue invierno, con sus escarchas y sus cierzos, al contrario que éste.  ¡Ojo al dato!  El antiguo refrán se viste de agorero: “Invierno con flores, primavera con dolores”.


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