Digital Extremadura
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Hoy me he obligado a estar un rato más en la cama. Sin horario. Ayudó que lloviera. No
demasiado, sólo un poco, pero la mañana gris y fresca pedía a gritos recogimiento y
abrigo.
 
No sé por qué siempre me despierto tan temprano, con esa necesidad de empezar a
caminar por la casa cuando aún no hay ningún ruido en el bloque de pisos y apenas en la
calle. Parece que quisiera, yo sola, poner en marcha el mundo. Alondra…
Ayer unas señoras me avisaron: «Van a peatonalizar su zona, verá que bien, sin coches…»
Eran cacereñas de toda la vida, supongo. Que no conducen, claro. Cáceres tiene para su
población, demasiados coches. Yo diría que tres por familia y seguro que me quedo corta.
A menudo, cuando paseo por zonas de casas unifamiliares, me fijo en el gran número de
vehículos aparcados delante de las puertas, a pesar de los garajes que a la vista de todos
tienen. O no colocan nunca el coche en ellos o tienen más de un único y particular
transporte para la familia. Y más bien, me inclino por esta segunda opción.
 
Los pueblos del cinturón de Cáceres ayudan también al tráfico en ella. Es sabido que
muchos de sus residentes tienen el trabajo en la ciudad y van y vienen en una dirección u
otra, al supermercado, al cine, a las actividades extraescolares, al centro
comercial…Vamos, como los cacereños capitalinos. Solo hay que ir por la Ronda Norte o
por la carretera de Badajoz y observar sus conexiones a una hora cualquiera del día, para
saber qué es cierto lo qué digo.
 
Cáceres creció, cuando creció, por territorio en el que existía suelo sin edificar, propiedad
de propietarios privados. Las viviendas, entonces, se vendieron bien. Había una especie
de moda económica que «dictaba» la parcelita y el campo. Poco a poco, el Ayuntamiento
hubo de hacer frente a las carencias que la situación y el establecimiento alejado de los
barrios produjeron. Y hete aquí que ya estamos todos, los de allá y los de acá. Los que
apostaron por una forma de vida, o los que apostamos por otra, «lejos» de todos los sitios.
Poniendo el concepto «lejos» en sus justos términos.
 
Y llega la venta de la peatonalización como bien máximo. Y no me parece mal, a priori.
Pero antes deberíamos recapacitar sobre qué hacer con las consecuencias colaterales de
la misma y que no son otras que el normal recorrido y recogido de los coches que
seguirán entrando y saliendo de Cáceres, que circulan por ella y por las vías que ahora se
quieren volver peatonales. ¿Transporte público? ¿Parking privado?.¿Con los precios
competitivos? ¿Y los horarios? «Doctores tiene la iglesia» para estudiarlo y seguro que
existen los informes pertinentes. Y la toma de decisiones. Y lo dejo ahí. Porque quiero.
Por lo demás una pequeña confidencia: sorprendentemente he descubierto que entiendes
al otro cuando ya no te importan (afectivamente) las acciones que haga. Y que «aceptas»
sus argumentos, a sabiendas de que no son los verdaderos, porque eres consciente de
su debilidad. Así de sencillo. Ahora bien, para cuando el problema emocional se resuelve,
ya ha caído en picado el respeto. Lo uno por lo otro… 

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