Estimados compatriotas: Más de un año, que se dice pronto, de toda esta nueva vida que nos ha caído en suerte; o en desgracia, mejor dicho, porque ¿qué si no desgracia es todo esto de la epidemia y la condenada mascarilla? Y vosotros, en el lugar, un poco más ligera parece la cosa, que es cuestión de echarse al monte, o al libre espacio de contagios, y descansar del agobio. Pero acá, en la ciudad, la cuestión se complica, con gente por todos lados. En fin, paciencia y barajar.
Benito, nuestro alcalde, me cuenta que ya han arreglado el Pozo Peregrino, tal que yo le pedí hace tiempo. Se lo agradezco de corazón, porque, a pesar de su pequeñez y humildad, el paraje es para mí joya del recuerdo. ¿Cuántas veces paramos allí a refrescarnos en aquellos viajes a lomo de jumento hacia La Cofradía? ¿Y luego, cuando hemos pateado el Ortigón con la escopeta en brazos?
Semana Santa: meditaciones y lecturas: No queda otra. Visitas espaciadas a San Juan Bautista y poco más. No está el horno para tumultos ni apretujones, por más que nos apetezca abrazarnos y besarnos. Tiempos de habas, espárragos y criadillas. Delicioso potaje de judías, garbanzos y aquello verde y, si puede ser, algo de cabrito para rematar. Memorables recuerdos de antaño.
Me informo en “Acehúche informa” de que ahí, como en todas partes, también hay mendrugos incívicos e inciviles que deterioran los bienes públicos. Hace falta la siega, pero no acaba de llegar. Pena y lástima.
Abrazos y saludos fraternales y virtuales.
