Sanchez gladiator web
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Admiren y vean, señoras y señores, la película: ahí va el gladiador, el combatiente que sale a la arena para pelear con otros gladiadores. Está solo mirando a todos lados y aún a lo lejos por si el peligro le llegara por el horizonte, el de arriba o el de abajo, que ambos existen en el mundo traidor en el que vive. ¿Y qué es lo que busca? Se supone que salir victorioso. Y de paso, mayor honor y fama. Y su sitio en la Historia.

Nadie sabe realmente lo qué piensa. ¿Quien osará intuir los deseos ocultos de los hombres? ¿de otras personas, aquí y en el Imperio?. Desde luego lo que nadie se cree es que todo cuanto hace es por el bien de Roma, solo por ella, por su estabilidad y la concordia entre sus ciudadanos.

Tiene los ojos fríos; aunque la boca muestre lo más parecido a una sonrisa encantadora,  la mirada es de hielo, lo delata cuando se queda quieta sobre algo. Y la plebe lo sabe. Y desconfía. Desconfía de la imagen, no puede ser real, no debe serlo.

Cuando gane, en las confrontaciones previas, y si lo hace, aún tendrá que esperar la dirección del dedo de quien manda, para ver si lo levanta o bien lo baja, dictando su victoria o su derrota cuando llegue el final del espectáculo. Y aprender a vivir con las preguntas y las manchas de sangre por doquier, de los propios y extraños, empapando la arena. Se juega la vida (la privada y la pública) el gladiador. Y las expectativas que la misma tiene. Y a la postre las de aquellos que, ciegos de camaradería, (o será de interés) le siguen y acompañan.

¿Qué ocurrirá por fin? Nadie lo sabe. ¿Es valeroso el gladiador, o es temerario? En su pensar no tiene otra salida. Se ve a sí mismo deshaciendo entuertos y  sueña con el laurel que corona la frente de los héroes. Es tremenda la carga que soporta el gladiador. Casi produce pena. Y un poco de ternura…

Nota: Amigos, como saben, las peleas de gladiadores fueron muy famosas y se celebraron durante mucho tiempo (pan y circo) para distracción del público que llenaba las gradas de los receptáculos donde se ofrecían. Se realizaron durante casi mil años, alcanzando su momento álgido entre el siglo I a.C. y el siglo II d.C. Luego, al adoptarse el cristianismo como religión estatal del Imperio Romano en el año 380, comenzaron a decaer. Un gladiador era un combatiente armado que luchaba, en confrontaciones violentas, contra otros gladiadores, animales salvajes y condenados a muerte. Mostrando a los espectadores un modelo de los valores militares de Roma, al combatir o morir con dignidad, podía inspirar admiración y reconocimiento del pueblo.

Es difícil no traer aquí la imagen histórica antigua observando el escenario político actual. Aunque afortunadamente nadie ponga en juego su vida física, la otra, la política, sí que se bate (en buena o mala lid) para muchos de los contrincantes en estos juegos despiadados y sin término sobre las modernas arenas movedizas de nuestros circos actuales.  Muchos jugadores para el juego, con tantos intereses internos o externos, contrapuestos.

Aquí no es que no sepan. O que no se den cuenta. O que unos sean declarados (por los medios afines) inocentes. O culpables. Sobre la afinidad de la prensa, etc, con los candidatos habría mucho que hablar en otro artículo. Pero, puestas así las cosas, tan  descarnadas, dan ganas de gritar pues que gane el mejor. Si lo hubiera.


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